Le doy click a la pagina de Facebook de Class y digo sí. Noche de Halloween. Finalizo los arreglos familiares para poder salir. Ahí estaré, en la fiesta de Halloween de una disco swinger. Una más después de tantos años....
No había en esta noche un dresscode específico. No quise ir de diablita ni de brujita, me vestí fetiche - dominatriz, como de costumbre cuando salgo pero, como si fuera una premonición, mi escote lucía mucho mas descarado que en otras oportunidades. Al llegar al guardarropa y sacarme el tapado, casi estaba con las tetas al aire.
Mis fantasías de bruja lésbica ya habían empezado a revolotear por el ambiente cuando Mariela, nuestra hada madrina del swinger porteño, presentó a la stripper de turno. Así fue que me deslumbré con Romina, una belleza rubia, maestra en el arte de contonearse arriba de sus tacones de acrílico; los mismos que en los foros fetichistas son llamados con justa razón CFM (come and fuck me heels).
Pero si la noche ya se había puesto hot con la danza sensual de Romina, nada me había preparado para lo que vendría. Cuando Mariela presentó a las chicas que habían ido caracterizadas, como de la nada apareció frente a mí un portento de mujer, vestida del más negro gótico y contoneándose sobre unas sandalias megaplats cuyos tacones debían de alcanzar los veinte centímetros. Mi esposo y yo nos quedamos con la boca abierta al verla pasar a buscar su premio a la mejor caracterizada. Pensamos..debe ser otra stripper.
Pensamos mal, ella había ido a pasar la noche con su pareja, igual que nosotros. Terminaron los sorteos y empezó el baile en la pista y la acción en los reservados del primer piso. En una noche normal, yo hubiera subido las escaleras en busca de acción sexual, clandestina y morbosa. Pero después de lo que había visto, esta noche no era una noche más. Me quedé como clavada a la tarima del poledance donde Romina me había deslumbrado. Su lugar era ahora ocupada por mi deseada muñeca gótica que se había subido a desplegar todo el arte de su belleza, perfumando el aire y moviendo sus caderas contra el caño.
Por un rato me resistí. Me quedé en la pista, viéndola de cerca, admirando sus piernas desde abajo. Bailé en el pole de la pista, invité a bailar a otras mujeres. Traté de abstraerme de la fuente de mis deseos pero todo era inútil. Ella me atraía y yo no podía escapar a su magnetismo. En un momento me acerqué y le arrojé toda clase de besos y miradas insinuantes como admirando su arte. Ella me sonrió y acentuó la sensualidad de sus movimientos, balanceándose, como buscando excitarme. Yo le clavé la mirada sin dudas ni hesitaciones. Ella, sonriendo, me extendió la mano y me invitó a subir.
La beso suavemente primero, con pasión después, cuando siento que ella me deja avanzarla. Me la como con los ojos, avanzo hasta pegarme a ella, siento su aliento, su perfume. Retrocedo, le admiro sus increíbles zapatos, subo mi mirada hasta su entrepierna, la acaricio ahí. Ella me sonríe y bailamos enlazadas por las cinturas. Como me gustan tus tetas me susurra, besándomelas. Ondea mi cabellera, nuestros dedos juegan y se entrelazan. Hablamos, bailamos, nos reímos. Me cuenta donde vive, sus experiencias en el sexo. Cuando le pregunto su edad y me dice diecinueve, siento una extraña sombra de inhibición. Mis cinco décadas de vida me pasaban su factura de una forma descarnada. Pero cuando levanto la vista y me pierdo otra vez en su ojos y en su sonrisa y ella vuelve a besarme las tetas, el deseo me gana otra vez. El deseo siempre me gana.
La beso suavemente primero, con pasión después, cuando siento que ella me deja avanzarla. Me la como con los ojos, avanzo hasta pegarme a ella, siento su aliento, su perfume. Retrocedo, le admiro sus increíbles zapatos, subo mi mirada hasta su entrepierna, la acaricio ahí. Ella me sonríe y bailamos enlazadas por las cinturas. Como me gustan tus tetas me susurra, besándomelas. Ondea mi cabellera, nuestros dedos juegan y se entrelazan. Hablamos, bailamos, nos reímos. Me cuenta donde vive, sus experiencias en el sexo. Cuando le pregunto su edad y me dice diecinueve, siento una extraña sombra de inhibición. Mis cinco décadas de vida me pasaban su factura de una forma descarnada. Pero cuando levanto la vista y me pierdo otra vez en su ojos y en su sonrisa y ella vuelve a besarme las tetas, el deseo me gana otra vez. El deseo siempre me gana.
Quizás habremos estado media hora ahí arriba, quizás quince minutos. No lo sé. Mi marido que miraba abajo, me dijo que para él, el tiempo se había detenido.Cuando me despedí de ella besándola por última vez, bajé del pole, saludé a su pareja y le dije a mi fiel escudero Llevame a casa. El se sorprendió por mi actitud. No querés ir a los reservados, aunque sea a ver si pasa algo? Mi respuesta fue inamovible. Llevame a casa. Quiero que el recuerdo de esta noche de Halloween sea exclusivo de ella.
Los dibujos que adornan esta columna son obra de Hayden Williams
Los dibujos que adornan esta columna son obra de Hayden Williams